El Informe de la Federación Internacional de Robótica (IFR) publicado recientemente indica que se alcanzaron los 3 millones de robots operativos en fábricas de todo el mundo, lo que supone un aumento del 10% respecto al 2020.
La robótica móvil colaborativa proporciona una gran ayuda en procesos repetitivos, adaptando los movimientos de los robots a las directrices encomendadas.
Hace unos años que han entrado en el mercado y han provocado un gran cambio en los procesos de producción. Esto no significa que lleguen a sustituir a los AGV, sino que convivan en el mercado de robots industriales. Ambos tienen el mismo objetivo: el transporte de materiales siguiendo unas rutas determinadas.
Los AMRs o su nueva generación, los AIVs (Vehículos de Guiado Inteligente) son robots que navegan con un mapeado que se carga inicialmente. Utilizan los datos que recogen las cámaras y los sensores que llevan instalados para conocer el entorno y elegir la mejor ruta para llegar a su meta. El mapa de navegación incluye puntos de parada donde se realiza la recogida o descarga del material.
“Son capaces de detectar obstáculos y evitarlos de forma autónoma ofreciendo una mayor flexibilidad al sistema”
Estos robots se desplazan de forma natural, sin elementos de guiado. Al no requerir instalación de guías, espejos ni infraestructuras son más económicos.
Lo que los distingue de los AGVs, que tienen un circuito prediseñado, es que son capaces de detectar obstáculos y evitarlos de forma autónoma ofreciendo una mayor flexibilidad al sistema. Un AMR puede encontrar un nuevo camino alternativo y más eficiente gracias a su sistema. En cuanto a las personas, no solo pueden evitarlas sino incluso colaborar con ellas.
Navegación: Disponen de un mapa del espacio de trabajo que les permite calcular según las necesidades requeridas la mejor ruta de A hacia B en un momento dado. Además, su precisión reduce los daños a las estructuras y productos durante la manipulación de cargas.
Despliegue: No requieren de grandes cambios en las instalaciones, o ninguno en el caso de algunos proveedores, y se pueden poner en marcha en cuestión de minutos y entornos muy diversos.
Flexibilidad: La planificación es dinámica porque calcula las rutas más cortas según las necesidades. En caso de que el flujo de trabajo cambie, los patrones operativos pueden ajustarse con un clic.
Capacidad de Respuesta: Detectan los obstáculos y caminos bloqueados para encontrar la mejor ruta por lo que la productividad mejora considerablemente.
Accesibilidad: Los trabajadores pueden configurarlos sin necesidad de contar con mucha experiencia o dedicar mucho tiempo al aprendizaje de la tecnología que llevan incorporada.
Con esta tecnología se permite que no sea necesaria la instalación de ningún elemento externo al AMR. Mediante todos los tipos de sensores que tienen como son las cámaras, LIDAR, ultrasonidos entre otros, son capaces de crear un mapa virtual del entorno en el que están trabajando, tanto en 2D como 3D, dependiendo de la tecnología.
“El uso de diferentes tipos de sensores, como son la tecnología LIDAR, ultrasonidos o cámaras les permite crear un mapa virtual.”
Esto facilita la puesta en marcha de estos dispositivos porque basta desplazar el AMR de forma manual por el recorrido que va a recorrer, mapearlos e internalizar la información para su puesta en marcha contando con su flexibilidad y adaptación.
La elección va a depender del tipo de empresa y de la producción así como de la tarea que se vaya a realizar y del entorno en el que se va a trabajar. Por ejemplo, en algunos casos habrá operarios pero en otros el robot trabajará en un entorno aislado.
Como vemos, los AMRs son un avance frente a otras tecnologías de transporte autónomo. Hoy estos robots incorporan tecnología superior tanto en software como en hardware, que los dota de auténtica “inteligencia” para la toma de decisiones.
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